Esperanza de diamante.

Fragmento anterior: El trato.

-Gracias, pero no- contestó Spock impasible-. No pienso moverme de su lado y más aún si le va a doler. Sea quien sea quien viene a por Lúa va a tener que llevarme a mí también con ella.

-Bien, con que una molestia. Pues te trataré como tal- un sonido de aire cortante atravesó la sala, y acto seguido, el elfo desapareció. -Acostúmbrate al aire- y una risita tímida fue seguida por un profundo silencio.

Lúa miró frenéticamente a su alrededor, en busca de su amigo. No estaba. Borrado por el oráculo como si fuera un simple mosquito.

La dragona notó el miedo atenazándola, pero también la ira. El crepitar de fuego de su pecho resonó más fuerte y pequeñas llamas comenzaron a lamer sus fauces. Lúa contenía el fuego a duras penas, sabiendo que sólo el oráculo sabía dónde estaba su jinete... y que de todos modos no podía torturarle. Al menos todavía.

-¡Monstruo!- dijo, con el fuego como parte de su voz, angustiada. -¿¡Y Spock!? ¿¡Qué le has hecho!?

-Sólo he hecho que me deje hacer mi trabajo. Está bien y no debes preocuparte por él. Vendrá cuando terminemos. Debe cuidar de ti. Yo no podré hacerlo. Ni eso, ni nada, pues consumirás toda mi energía vital.

Un pequeño círculo de humo se formó ante su hocico, creando una imagen en su centro. En ella aparecía Spock, algo confundido, pero claramente a salvo, y según el entorno, dentro del mismo templo.

Las llamas amainaron un poco, pero el crepitar siguió sonando. Lúa levantó una garra al ver la imagen de su jinete, confuso, ante ella, pero el humo se desvaneció. -Sería muy considerado por tu parte, Oráculo- dijo con voz fría -que avisaras antes de hacer estas cosas.

-Si hubiera avisado, hubiera intentado evitarlo, y necesito todo mi poder para cosas más importante que pelearme con un chupa-savias. ¿Lo comprendes?

Lúa no dijo nada, pero un gruñido leve escapó de su boca al oír el término despectivo con que el Oráculo definió a su amigo. -¿Adónde vamos?

-A ningún sitio, estamos esperando.

La dragona enroscó su cola alrededor de sus patas y ladeó la cabeza. -¿Y vamos a esperar mucho? Tengo que volver con Spock.

-Tenéis una malsana dependencia el uno del otro- y el eco cesó. La voz no parecía venir de ningún pasillo, sino que se concentró en un punto concreto, a pocos metros de la dragona, y una figura comenzó a hacerse visible, pero esta vez no era una silueta formada de humo. -El apego- una cascada de cabellos de plata perfectamente perceptible -El afecto- Unas orejas puntiagudas asomando de la cabeza -El amor- Unos ojos brillantes y ligeramente rasgados que asomaban entre los mechones que caían por su rostro -Son debilidad. Eso os hará llegar a este mismo punto.

La figura terminó de tomar forma. Una especie de ninfa se hacía visible ante Lúa. Cabizbaja, comenzó a murmurar algo, pero era prácticamente inaudible. Se apartó con gracia los mechones de la cara, que sin embargo, al caer a ambos lados del rostro lo hizo de una forma excesivamente ligera.

-No parece real ¿verdad? Eso es porque no lo es.

-Se llama amistad- replicó Lúa, bostezando ampliamente. -No es debilidad. Es precisamente fuerza, pero no espero que lo entiendas. Llevas demasiado tiempo sola. 

Los ojos de Lúa se abrieron como platos. Una figura se creaba ante ella, tan real que no lo parecía. -¿Eso es lo que eres?- inquirió, insegura.

-No, esto no es lo que soy, sino lo que era. Lo que soy ahora es en lo que me ha convertido eso que tú llamas fortaleza- los iris de sus ojos, de un color gris, tomaron una brizna naranja, como si en ellos hubiese surgido fuego -a veces estamos tan atados a alguien que lo convertimos en nuestra preocupación número uno, incluso por delante de nosotros mismos, y cuando hacemos eso, llegamos a...- hizo un gesto con sus manos, y simultáneamente las juntó con las palmas hacia arriba, como haciendo una ofrenda -esto.

Encima de sus manos surgió una imagen. En ella se mostraba cómo aquel mismo cuerpo, con lagos de lágrimas corriendo por sus mejillas, intentaba arrancar algo de su pecho. La sola visión de aquella imagen transmitía una angustia mortal. Un grito de dolor se sucedía de lo que parecía ser la meta de aquella criatura, y ahora se veía con claridad: se había arrancado el alma.

Lúa no sabía qué decir. Así que el Oráculo había sentido, había sentido tanto dolor como ella al descubrir la muerte de su pequeño. Una lágrima ardiente bajó humeando por sus escamas, comprendiendo. Sin embargo, en vez de luchar por salir adelante, la criatura que tenía enfrente había optado por lo sencillo: desvanecer sus sentimientos. "Pobrecilla" pensó la dragona, acercándose a lo que ahora era el Oráculo. "Sin embargo...".

-Entiendo- dijo en voz baja. -Entiendo tu punto porque en parte he estado bajo ese dolor. Pero... no es depender. Es apoyarse en los demás- bajó la cabeza para poder mirar de frente a la criatura, en los ojos. -¿No echas de menos el calor, la amistad, el amor?

-Lo que yo echo de menos no va a volver- separó las manos, deshaciendo la imagen, y apartó la mirada de la dragona -pero eso ya no importa, ni siquiera puedo llorar. Esto es todo lo que puedo hacer.

-Lo que yo y toda mi raza hemos perdido tampoco volverá- Lúa siguió con la mirada clavada en la figura. -Pero hay que seguir adelante. Hay que luchar. Y no se puede abandonar así.

-No abandoné. Simplemente fui engañada, y ahora, desde esta prisión, ya no puedo hacer nada. Sin embargo... estás equivocada en una cosa- Comenzó a caminar por la sala, mientras sus tobilleras chocaban entre sí emitiendo un sonido muy característico -tú puedes recuperar aquello que perdiste, y para eso te he traído aquí- incrustó sus ojos en los de Lúa con total tranquilidad.

La dragona no dijo nada ante la primera frase del Oráculo, sabia ya que nada haría cambiar de opinión a lo que le hablaba, pero con su siguiente frase...

-¿Cómo?- preguntó Lúa, buscando inconscientemente el apoyo de su jinete y recordando que él no estaba allí para tranquilizarla. -Todos murieron, me lo dijo la sirena- una pequeña nota de histerismo hizo su aparición en su voz.

-No todos, Lúa- bajó la cabeza exageradamente, y de no ser imposible, hubiera parecido que estaba a punto de romper a llorar -yo no elegí ser la mala en esta historia. 

Sacudió la mano hacia la dragona, inyectándole una visión de un huevo que parecía de cristal, pero en el que incidía la luz del sol. Era imposible que aquel huevo estuviera en la fosa de Ía, hogar de los basiliscos. -Es de diamante. El proceso se detuvo en cuanto lo protegí, por lo que el feto no siguió desarrollándose. En cuanto el encantamiento desaparezca, tendrá cinco días para eclosionar- levantó la vista de nuevo. Sus ojos, completamente blancos, pero su expresión, serena.

Lúa tembló. Un huevo. No era el suyo... pero quedaba uno. -¿Está bien?- preguntó ansiosa, sin apartar la vista de la visión. -¿Está sano?-. Los temblores recorrían con más fuerza a la dragona, que temblaba desde la punta de las orejas a la cola.

-Necesito a Spock- masculló en voz muy baja, casi en el umbral de la audición, mientras se dejaba caer al suelo. Luego miró con gran esfuerzo al Oráculo. -¿Cómo es posible?

-Escogí al más apto entre todos. Es fuerte, y será inteligente, quizás el más indicado para reemplazar al sabio de los dragones llegado el momento, por lo que sí, está completamente sano-. Inspiró profundamente -Neptuno está a punto de llegar.

Lúa movió las orejas, nerviosa. -¿Neptuno?

-Neptuno, Poseidón... no sé qué nombre recibe en Aledis. Es el elemental de agua más poderoso, y para los seres acuáticos es algo así como un dios. Esto- señaló sus ojos, aún en blanco -es lo que sucede cuando utilizo mi telepatía para comunicarme, como hice contigo. Y esto- una especie de líquido oscuro comenzó a innundarlos desde ambos lados, hasta que estos fueron totalmente negros -es lo que sucede cuando utilizo el control mental, aunque desgraciadamente, solo funciona con seres irracionales.

Como si de una explosión se tratase, varias docenas de metros de suelo tras el oráculo volaron por los aires, vertiendo escombros por todas partes y atravesando la ilusoria imagen de aquella joven de cabellos plateados. Unos enormes tentáculos salieron del agujero que se había creado, salpicando todo de agua. Unos tentáculos que, indudablemente pertenecían al ser que había devorado aquellos tan mencionados huevos.

-Bien.... ¡comencemos con la función!- una sonrisa torcida se hizo paso en su rostro mientras sus ojos, aún azabaches, relucían con más fuerza que nunca.

*Post escrito en colaboración con Almu-Khoana, la creadora de Bloggerland y Oráculo*

Siguente fragmento: Lágrimas de sangre.

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